El poder del amor de una madre
Santa Mónica (331-387)
Nació en Tagaste (norte de Africa) al final del imperio Romano, de
padres ricos pero venidos a menos. Eran cristianos y la educaron en
la fe en Jesucristo, pero quien más influyó en su educación fue una
criada que ya había educado a su mismo padre y que tenía gran
influencia en esa familia.
A los veinte años contrae matrimonio con Patricio, que era de noble
familia también, pero venida a menos. Era pagano y de
temperamento muy violento y mujeriego Las pasiones bullían en su
corazón y en su cuerpo.
Mónica era lo contrario: modesta, suave, recatada… A los veinte
años tiene su primer hijo, Agustín y después le seguirán dos más.
Pronto empezaron los problemas en su matrimonio.
Algunas mujeres le preguntaron por qué su marido nunca la
golpeaba, entonces les dijo: "Es que, cuando mi esposo está de mal
genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo
me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la
pelea, pues…. no peleamos".
La prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y
no cuenta nada desagradable de lo que pasa en su casa como lo
hacen tantos matrimonios.
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A pesar del carácter y de las infidelidades de su esposo nunca le
contestó, ni con obras ni con palabras. Tenía una paciencia enorme
con él. Dice ella misma: "Porque esperaba, Señor, que su
misericordia viniese sobre él, para que convertido a Dios se hiciese
bueno", como así sucedió.
Sin embargo, Mónica nunca dejó de rezar y ofrecer sacrificios por la
conversión de su esposo, quien cambió de vida, se bautizó y murió
como buen cristiano.
Pero su dolor no terminaría ahí. Agustín, su hijo mayor, tenía
actitudes egoístas, caprichosas, y no se acercaba a la fe. Llevaba una
vida desordenada y ella sufría por ver a su hijo alejado de Dios. Es
por eso que durante años siguió rezando y ofreciendo sacrificios.
Cierto día se acercó a un Obispo para contarle su pesar. El Prelado le
respondió diciendo: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el
hijo de tantas lágrimas”.
Ella siente realizada su misión cuando, tiempo después, San Agustín
es bautizado en la Pascua del 387. Luego muere en el puerto de
Ostia, África, a los 55 años.
Los buenos ejemplos y la oración de nuestras madres siempre da
frutos de conversión.