Descuidan deudos a familiares que los rodean
La asociación Déjalos ir con amor explica que el duelo no se cura sólo con el tiempo, sino con la fe y la familia
En algún momento de la vida, las personas enfrentan la pérdida de un ser querido, al iniciar un proceso de aceptación, la forma en la que cada ser humano lo afronta es distinta.
La fecha y la forma en el que alguien muere son detalles que los dolientes no logran olvidar, sin embargo, hay quienes por diversos motivos no pueden velar el cuerpo o saber cuáles fueron las circunstancias por las que perdió la vida, tal es el caso de las personas que desaparecen.
La directora de Déjalos Ir con Amor, Verónica de León de Cuetos, explicó que las pérdidas que causan mayor impacto en las personas son la muerte de los hijos, ya que por lo regular son sucesos repentinos, a diferencia de los casos en los que alguien fallece por alguna enfermedad ya que aunque duela, el subconsciente asimila desde un tiempo las posibilidades de muerte.
“En el caso de las muertes repentinas o en el caso de las desapariciones, genera un estrés pos traumático muy fuerte que implica mucho tiempo, tendría que decir: el tiempo es uno de los recursos que requerimos para procesar el duelo, el tiempo por sí solo no lo cura solamente, el otro recurso es interno como: la fe, capacidad de afrontar una situación adversa, red familiar, ocupación y la voluntad para salir de esta situación.”
El hecho de no mirar un cadáver o presenciar un funeral, agrava el proceso de pérdida, ya que al no haber registro mental que confirme que hubo una despedida, genera el dolor y la agonía de los dolientes.
León Decuetos señaló que al paso del tiempo las personas olvidan detalles que consideran importantes como: el atuendo que su familiar vestía en esa ocasión, las últimas palabras que emitió su voz e incluso el saber que lo último que vivieron juntos fue una pelea, hace que la situación sea más complicada de afrontar.
“Los objetos personales pasan al ámbito de lo sagrado, nadie los quiere tocar, quisieran que no se fuera el olor de la ropa, de su cama, hay como una especie de esperanza pero en el fondo saben que su situación cambió. Las personas empiezan a enojarse con los demás e incluso con ellas mismas y hasta dejan de comer o dormir, pensando en que su familiar, estará comiendo, durmiendo o si lo estarán maltratando, ahí es cuando necesita el apoyo terapéutico.”
Cada persona vive un duelo diferente, no hay tiempo estimado que indique cuando deben superar esta etapa, la directora de la institución, recordó que como todo hay límites y en este caso, estar en la espera de un ser querido y recordarlo es normal, el problema, es cuando todos los días son entorno a la persona que ya no está.
“Empiezan hacer un ritual como hacerles la comida preferida o escuchar su música y no está mal, lo que pasa es que nos olvidamos de los que están vivos, cuando los padres no procesan el duelo, los hijos tampoco, habría que darse cuenta de los hijos de familiares desaparecidos que muchos de ellos ante la imposibilidad de manejar tanto dolor se alcoholizan, caen al tabaquismo o en la drogadicción porque no saben manejar sus emociones.”
Algunos se apegan a su fe, otros a la iglesia y hay quienes sacan todo su enojo en sus creencias ya que sienten que le fallaron. No existe una receta que solucione por completo la situación, sin embargo, el primer paso para poder salir adelante es la aceptación, apoyo familiar y ayuda terapéutica.
Con información de Heidi Fonseca