Es común que veamos afuera del supermercado, banco o simplemente en el centro de la ciudad vehículos (sin la placa con el logo de la silla de ruedas) estacionados en espacios “reservados para discapacitados”; incluso los hemos visto en centros comerciales estacionarse, bajarse de sus vehículos y caminar muy tranquilos hacia las tiendas. Y si les comentas que es un lugar prohibido para estacionarse, te responden “es que no me voy a tardar” (si bien te va).
En Culiacán, la multa por esta infracción es de 906 pesos, apenas la tercera parte de lo que se cobra en San Pedro Garza García, Nuevo León, y en la Ciudad de México, que es de 2,711 pesos; sin embargo, esto no ha logrado convencer a muchos negligentes que aún hacen caso omiso y continúan estacionándose neciamente en lugares reservados para este grupo vulnerable, inclusivo para quien no pueden ver o caminar como tú, por citar solo un par de ejemplos. Esas personas para quienes tan solo vestirse o bajar las escaleras de su casa es todo un desafío diario, debemos respetarlas y ayudarles a aminorar la dificultad de trasladarse a sus destinos.
Reflexiona y considera la posibilidad de que una de esas personas algún día podrías ser tú, tu madre, tu padre, tu esposa embarazada o, peor aún, un hijo o hija. Cualquier ser querido que viva con alguna discapacidad, todos queremos que se le respete y que los ayudemos en todo lo posible. No queremos que se violen sus derechos y, en lugar de respetar sus espacios, le hagamos la vida más pesada, eso también es discriminación; si nos basamos en que el concepto de justicia es tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales; es decir, que justamente no es lo mismo caminar a otro estacionamiento más lejano para una persona con alguna discapacidad, que para ti o para mí que tenemos la bendición y la fortuna de estar completamente sanos.
Para cambiar esta mala práctica sin civismo ni solidaridad, creo que hay que trabajar en dos vías, por un lado, los políticos en los Congresos y cabildos deben endurecer las multas estipuladas en las leyes de tránsito estatales y reglamentos municipales; por ejemplo, aumentando la multa 10 veces hasta $27,000 y retirando el vehículo al “corralón” dejándolo en resguardo para garantizar el pago total de la multa. Estas multas por sistema deberán estar catalogadas como “multas de cero tolerancias” para que, una vez ingresadas al sistema de cómputo municipal, ese dinero debe cobrarse sin ninguna excepción, ni por el mismo alcalde. Y todo ese dinero que sea etiquetado exclusivamente para construir más accesos para discapacitados y para apoyarlos en sus tratamientos médicos y de salud.
Por otra parte, la ciudadanía sinaloense debemos ser más responsables y solidarios, recordemos que la educación de una sociedad se mide por el respeto a sus minorías, especialmente si esas minorías son vulnerables. Yo no creo en la gente gandalla que abusa y no respeta el derecho de los otros, creo en los culichis amables que saben sonreír y respetarse a sí mismos. Recuerdo que por años escuchaba “vengan a Mérida, Yucatán, la ciudad más pacífica del país”. Yo creo en un Culiacán y en un Sinaloa amable, respetuoso y pacífico; yo creo en que llegará el día en que a nuestros hijos les digan “qué a gusto y qué tranquilo se vive en tu tierra, me encanta visitarlos”. Así que, los políticos a legislar con penas más fuertes y los ciudadanos respetándonos alcanzaremos la paz. Bien dijo el presidente Juárez “el respeto al derecho ajeno es la paz”, respetemos el derecho de todos para que podamos vivir en santa paz.