Sin mejoramiento de la educación, la cuarta transformación perdería su impulso
Hace 40 años Corea del Sur, en todos los indicadores de crecimiento económico y bienestar social, estaba atrás de México. Ahora lo supera en todos. El 98 por ciento de los vehículos automotores que circulan en su territorio son de marca y fabricación nacional, así como sus utensilios domésticos, y están a punto de implantar la tecnología de punta en conexiones móviles denominada red 5G, que los colocará a la vanguardia mundial. ¿Qué hizo posible este repunte milagroso? ¡Su sistema educativo! Por cierto, sin ningún aparato burocrático de evaluación de los maestros.
Desde luego, hubo otros factores que convergieron en el milagro coreano, pero la causa eficiente, el motor propulsor fue la educación, sin la cual ningún progreso es sustentable y duradero en un país. Es la formación del personal capacitado, la masa crítica de capital humano, imprescindible en la aplicación de los avances científicos, en las innovaciones tecnológicas que abaten costos y aportan eficiencia en todas las actividades, sean primarias, industriales, comerciales o de servicios.
Es tal la magnitud estratégica, la importancia determinante de la educación en el devenir y el destino de un país, que trasciende a cualquier Gobierno y se convierte en un tema de dimensión y alcance estatal, ya que concierne a su totalidad: población, territorio y orden jurídico. Un asunto de suprema seriedad, un asunto de Estado que es un fin primordial en sí mismo.
Como lo ha dicho el presidente Andrés Manuel López Obrador, los recursos asignados a la educación no son un gasto, son una inversión con objetivos fijados por la Constitución: debe ser de calidad, laica, gratuita y de cobertura universal, es decir, para todos sin distingo de ninguna especie. De este tamaño es el reto histórico que enfrenta la cuarta transformación, de cuyo resultado depende su éxito, su fuerza creativa, su impulso invencible.
En este contexto, con más de un millón 500 mil integrantes, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) es el pilar central que sostiene la estructura educativa del país.
Fundado en 1943, el SNTE y también su fracción disidente la CNTE, han sido los defensores de los derechos laborales del magisterio nacional. En el curso de su historia, el SNTE ha tenido líderes notables, como Jesús Robles Martínez, Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo Morales, de 1989 a 2013.
Actualmente el SNTE vive una coyuntura especial, están los preparativos para elegir su comité ejecutivo nacional bajo las normas de una legislación laboral que establece el voto libre, directo y secreto de sus miembros, y se da el caso que la maestra Elba Esther figura al frente de una de las planillas contendientes.
Al respecto resulta curioso que en la serie de comentarios de los analistas políticos acerca de la alianza política de la maestra Elba Esther y el presidente Andrés Manuel pasa inadvertido un hecho significativo que data de más o menos 14 años. En lo más álgido de su confrontación con Roberto Madrazo, siendo diputada, lo acusó de negociar, en contubernio con Carlos Salinas, la reforma que permitiría la inversión privada extranjera en energéticos. Compartieron, pues, en ese episodio de la lucha nacionalista del petróleo la misma trinchera, de manera que con naturalidad reverdecieron laureles en la elección presidencial del año pasado con la activación de las benditas Redes Sociales Progresistas.
¡Tan-tan!