Antier se aprobó en el Senado y en la Cámara de Diputados la revocación de mandato, una iniciativa que muchos ciudadanos hemos impulsado para poder remover de su cargo a un gobernante corrupto o mentiroso; en mi caso motivado por la idea de que la ciudadanía es quien manda, ya que somos los ciudadanos los que pagamos con nuestros impuestos sus sueldos a los servidores públicos, y si un mal empleado no cumple, no sirve o es deshonesto, debemos tener el derecho de, así como lo pusimos, también poder quitarlo. La iniciativa la presenté como ciudadano sinaloense ante el Congreso en 2015, en aquella ocasión invité a varios diputados a que me acompañaran a presentarla, casi ninguno quiso hacerlo; yo estaba criticando tenazmente la corrupción del Gobierno del Estado (lo sigo haciendo) y si algún diputado se atrevía a acompañarme, en automático se hubiera ganado el enojo del exgobernador y del entonces secretario general de Gobierno (“Dios guarde la hora”, como dice mi mamá Yaya).
A pesar de que a los diputados les dio miedo, quien no dudó y sí aceptó acompañarme fue justamente una mujer, Imelda Castro. Lo cual me da mucho gusto reconocerle su valentía en aquel entonces como diputada por acompañar a un simple ciudadano crítico de la corrupción del Gobierno, y su congruencia hoy como senadora al votar a favor de la iniciativa de revocación de mandato, que se aprobó el martes. Ojalá se extendiera esta ley también para los alcaldes y gobernadores, y que no se quede solo para la Presidencia de la República.
Por ejemplo, ¿cuánto tiempo hubiera durado Peña Nieto como presidente si en su sexenio los ciudadanos hubiéramos podido votar su revocación?, ¿cuántas vidas se hubieran salvado si Felipe Calderón y su “guerra contra el narco” hubieran durado menos años?, ¿cuánto dinero nos hubiéramos ahorrado los ciudadanos por tantos años de robos, saqueos y corrupción? En lugar de tener que aguantarlos seis largos años, imagínate que hubiéramos podido remover a gobernadores como Javier Duarte, César Duarte, Rubén y Humberto Moreira, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández, Guillermo Padrés, Rodrigo Media, y para no irnos tan lejos la famosa parejita del “cártel de las cuentas públicas” Malova y Quirino, solo por citar una docena de esta clase de sujetos.
¿Y qué se puede decir de nuestros alcaldes?, ¿cuántos realmente pasarían la prueba del ácido en las urnas si se sometieran a la revocación de mandato ciudadana? Sobre todo esos que torpemente presumen de que ganaron por su “propio liderazgo” y que “no le deben nada a la ola electoral de AMLO” en 2018, ni al voto de castigo en contra del PRIAN por su corrupción e impunidad.
Una muestra de esta ineptitud es el alcalde morenista de Culiacán, Estrada Ferreiro, quien ha deteriorado mucho la imagen de su partido, pero, sobre todo, quien ha lastimado reiteradamente a los ciudadanos más humildes de nuestro municipio, siendo grosero, insensible y déspota con las mujeres y con los que menos tienen, incluso con aquellos que no tienen la oportunidad de tener una vivienda digna. Por si todo esto fuera apoco, ayer se realizó un acto vergonzoso, ya que la comparecencia del alcalde ante el Congreso la convirtieron en un evento al más viejo y rancio estilo priista al retacar de trabajadores del municipio que solo se dedicaron a aplaudirle y gritarle porras al alcalde, olvidándose por completo de que el motivo que los tenía reunidos en el Congreso era la tragedia e irreparable muerte de la joven Alejandra q. e. p. d. Ni el alcalde, ni sus funcionarios, ni los diputados lamentaron o se disculparon por su muerte, nadie se solidarizó con su familia.
Como ciudadano, lamentó mucho la pérdida de Alejandra, y le envío mis respetos y solidaridad a toda su familia para que encuentren la fortaleza y el espíritu que necesitan para salir adelante en estos momentos tan duros para toda su familia. Que Dios les dé la luz y la fuerza.