“Reflexiones de un aspirante a buen vecino”
La maternidad es como un oficio y requiere ser construida
En una fecha como ésta conviene abordar nuestra reflexión desde la siguiente pregunta: ¿Qué tan buenos hijos de nuestra mamá somos como para considerarnos buenos vecinos? O, dicho de otra manera: ¿La crianza de nuestra madre nos ha ayudado de ser buenos ciudadanos, buenas personas?
Pensando en las respuestas a estas preguntas mi memoria se instaló en las visitas casa a casa en las diferentes comunidades del vecino municipio de Navolato. En ese andar descubrí y me topé con gentes maravillosas que hacen grandes cosas en su día a día por salir a adelante. Pero también recuerdo algo que seguramente sigue pasando: niños de 4 años cuidando a bebés de 2 con el candado puesto en la cerca de sus patios frontales y contestando a la pregunta de dónde está tu mama con un “trabajando, Señor”.
Gemma Cánovas, quien es especialista en psicología de la mujer, maternidad e infancia, publicó en 2010 el libro “El Oficio de Ser Madre”. Ahí escribió: “Los niños y las niñas son el futuro de una sociedad; no crecen como hierbas salvajes en las cunetas del camino. Cuidar a las mujeres madres especialmente es cuidar también a la infancia y promover adultos en armonía consigo mismos. Una sociedad que se considere avanzada ha de tener esto bien presente. La maternidad es como un oficio y requiere ser construida”.
¿Cuántos de nosotros damos por hecho que nuestras mamás lo saben todo, son mágicas y tiene la solución a todos nuestros problemas? Estoy seguro que mucho caemos en esa torpe conclusión sin detenernos a pensar si les hemos dado los conocimientos, las herramientas y la comprensión para tener un peso tan alto en nuestra sociedad.
Repito lo que dice Gemma: “La maternidad es como un oficio y requiere ser construida”.
En un estudio que realizó la UNICEF en dónde les pregunto a un numeroso grupo de mamás en todo el mundo sí les gustaría tener más tiempo para interactuar con sus hijos, el 83% contestó que sí.
Barack Obama en sus tiempos de Presidente visitó una primaria de su País y les platicó a los alumnos lo siguiente: “Cuando yo era joven, mi familia vivió en Indonesia durante unos años, y mi madre no tenía dinero para enviarme a la escuela donde todos los niños estadounidenses iban. Así que decidió darme lecciones extra ella misma, de lunes a viernes – a las 4:30 de la mañana. Yo no estaba muy contento con levantarme tan temprano. Muchas veces, me quedaba dormido allí mismo en la mesa de la cocina. Pero cada vez que me quejaba, mi madre sólo me daba una de esas miradas y decía: «Esto tampoco es un día de campo para mí, amigo.»
Mi invitación hoy es extender la emoción de este preciso día en muchos más días y semanas para no pensar tanto en nosotros, sino en ellas como forjadoras de lo que pasa con nosotros como adultos. En la importancia de ese rol social radican gran parte de nuestras soluciones como sociedad.
El gran escritor colombiano Gabriel García Márquez, al describir a la abuela de su cuento Funerales de Mamá Grande, nos compartió: “… todo el mundo se había acostumbrado a creer que la Mamá Grande era dueña de las aguas corrientes y estancadas, llovidas y por llover, y de los caminos vecinales, los postes del telégrafo, los años bisiestos y el calor, y que tenía además un derecho heredado sobre vida y haciendas”.
Sin duda el Super Power de las mamás no lo es tanto como lo narra García Márquez, pero algo tiene de mágico. Regalémosle hoy en estos días y en los que le siguen hijos de lo que se sientan cada día más orgullosas por su buen comportamiento y su buena vecindad.
Y tú, ¿qué tan buen regalo eres para tu madre?