En las últimas semanas de nueva cuenta el tema de las encuestas regresa a los comentarios en la prensa y las redes sociales. En gran medida para calificar el desempeño de los gobernadores, del presidente de la República, alcaldes y, desde luego, a los candidatos en los seis estados donde se celebran elecciones la semana que entra, especialmente en Puebla y Baja California, donde hay campañas para elegir gobernador.
Pero, ¿cómo sabremos si una encuesta es confiable, y cómo podemos interpretar sus resultados?: existen dos elementos clave para determinar su nivel de confianza, por un lado está el diseño y tamaño de la muestra; y por otra parte el tipo de levantamiento. El diseño de la muestra que se va a evaluar debe ser riguroso, ya que el modelo estadístico implica evaluar una muestra que sea representativa del total del universo que se va a estudiar. Es decir, la muestra debe contener los mismos aspectos representativos a escala del universo en su conjunto tales como rangos de edad, sexo, nivel económico y educativo, ubicación geográfica y otras referencias específicas de cada estudio, como por ejemplo: preferencias políticas, credencial de elector o posiciones respecto a temas controversiales. En cuanto al tamaño de la muestra, a mayor cantidad de cuestionarios, mayor será su intervalo de confianza; esto nos arroja una desviación estándar (error estadístico) aceptable, algunas muestras estatales rondan en los 1,500 cuestionarios por levantamiento, e incluso mayores si se requieren resultados por distrito o municipio.
En cuanto al tipo de levantamiento, el más riguroso, sin duda, es el de vivienda con rangos, cuotas estratificadas y simulación de urna en el cuestionario. Esto implica que los cuestionarios se levantan en casas habitación para asegurar el compromiso de la referencia geográfica en la muestra, se solicita credencial del INE para asegurarse que sí puede votar y garantizar otras cuotas de segmentación específica, como edad y sexo. El hecho de utilizar una urna en el levantamiento le da mayor confianza al entrevistado, incrementando la veracidad de sus respuestas, en lugar de tener que contestar abiertamente preguntas personales a un desconocido.
Por otra parte, están las “encuestas” telefónicas, de robot call, de Facebook, WhatsApp, Twitter y cualquier otra red social compartida por la red de internet. Todos estos ejercicios son comunes y pueden llegar a servir para posicionar un tema, una campaña, un candidato o un gobernante en las llamadas push polls o encuestas dirigidas con sesgo; funcionan para aumentar el grado de conocimiento y tratar de influir entre las masas desinformadas sobre los requisitos de un modelo estadístico riguroso y confiable para levantar encuestas.
Debido a esta desinformación entre la ciudadanía, las push poll telefónicas y de internet son cada día más caras y más contratadas por gobernadores que buscan engañarnos, ahí están los casos del PRI en Sinaloa con Quirino Ordaz y del PAN en Tamaulipas con Cabeza de Vaca, quienes malgastan un dineral en tratar de convencernos de que son los mejores gobernadores del país, cuando todos padecemos la violencia y la corrupción que ambos Gobiernos han fomentado por décadas, y contando.
Por otra parte, en Sinaloa el periódico El Debate realizó una encuesta donde especifica su metodología de vivienda y el tamaño de su muestra con 1,200 cuestionarios para evaluarnos a 16 personajes de la política en Sinaloa, de cara al 2021. Por mucho, un ejercicio diseñado así es más confiable que las “encuestas” de internet. Por cierto, la última encuesta de EL DEBATE da muestra de que no necesariamente las figuras más conocidas son las más votadas, ya que es más creíble construir y crecer cuando hay más gente que aún falta por conocer tu trabajo, a diferencia de tratar de cambiar la mala imagen de algún político ya muy conocido. ¿Les parece familiar esta historia?
Hay varios ejemplos entre quienes perdieron en 2018; sin duda, para 2021 la historia aún no está escrita.