«No somos robots, tampoco Dios, somos seres humanos que queremos salvar vidas»
Trabajar en el área de choques de urgencias es vivir en un verdadero campo de batalla donde cada minuto es la línea entre la vida o la muerte.
La doctora Dulce Samantha Ortiz Fonseca, urgencióloga quien labora desde ocho años en el área de choques en el hospital regional número uno del Instituto Mexicano del Seguro Social asegura que para ella la adrenalina la invade cada vez que ingresa un paciente en gravedad, pues comparte que en esta área se ve de todo, casos de personas atropelladas, lesionados de gravedad por accidentes vehiculares, personas con infartos. Pero en ese momento su corazón guarda el impacto al ver que se trata de un niño, un posible padre o una madre a quien seguramente la esperan en casa, lo único que importa es que el corazón de su paciente no pierda el ritmo.
“El servicio de urgencias es una área que tiene diferentes departamentos, a mí lo que motiva más es estar en área de choque que es donde llegan pacientes críticos muy graves que se debaten entre la vida y al muerte. Esta área a todos los urgenciologos nos vive la adrenalina, vivimos en intensidad en minutos y morir de tristeza cuando no podemos hacer nada por los pacientes”, comentó.
Y aunque hacen todo lo humanamente posible para salvar a personas que llegan debatiéndose entre la vida y la muerte, cuando esto no se logra entonces viene lo más difícil, decirle la noticia a los familiares, pues el dolor no solo puede generar una profunda tristeza, también enojo y rabia que se descarga contra los médicos.
“Recuerdo un caso de un niño que al decirle al familiar no se lo espera y pues intentan golpearte y agredirte, muchos casos es una reacción esperada porque la gente está con mucho dolor, se entiende mas no es justificable”, relató.
Sin embargo esta profesión también tiene sus grandes satisfacciones, pues para Dulce el salvar una vida, es simplemente algo que la motiva a seguir adelante, incluso comparte es algo inexplicable.
“Es algo totalmente contrario, es como llegar como cruzar una meta con la canción de “We Are the champions” te sientes muy útil, te da una facilidad que es inexpresable, es muy gratificante”, comentó.
La especialista en urgencias, relata con profunda tristeza casos de pacientes que son heridos de bala por delincuentes o personas atropelladas por conductores en estado de ebriedad y lamentablemente pierden la batalla porque sus heridas son graves. Con voz llena de nostalgia recuerda casos donde médicos que lucharon por salvar vidas fueron demandados por familiares, mientras que los delincuentes que provocaron las heridas que llevaron a la muerte de los pacientes no recibieron ningún castigo.
“Yo era residente, estaba en mi primer año de formación como urgencióloga. Un paciente joven asaltado le habían dado un tiro en el cuello, el paciente llegó hablando con la lesión de bala y los médicos que estaban ahí, muy buenas personas inmediatamente lo atendieron. El paciente tenia lesión interna, no era dependiendo de nosotros sino de la lesión; el paciente desafortunadamente se diseco un vaso grande y falleció, se le hizo todo lo posible, los familiares demandaron a los médicos y el asesino estaba libre esas son las incongruencias que decimos como es posible que se permita toda esa agresión a la medicina”, señaló.
La doctora Dulce Samantha Ortiz Fonseca resaltó que para lograr una buena medicina no solo es importante un buen médico sino un buen paciente y, sobre todo, hizo un llamado a la conciencia de la sociedad que en ocasiones lincha y critica una de las profesiones más nobles.
“Los pacientes tienen que entender que no somos dioses, no tenemos la facultad o el poder de volver situaciones que son inevitables para la muerte”.
Susana Bastidas