OPINIÓN

Morir con dignidad

La semana pasada el Senado de la República aprobó una reforma constitucional para garantizar el acceso a cuidados paliativos a través del sistema de salud. En el contexto del derecho humano a la salud, se trata de establecer el derecho que tiene toda persona a que se proteja su salud en condiciones de dignidad a través de los cuidados paliativos multidisciplinarios ante enfermedades en situación terminal, limitantes o amenazantes de la vida, así como la utilización de medicamentos controlados que permitan el menor dolor posible al paciente.

Esta reforma que aún deberá ser aprobada por la Cámara de Diputados y por la mayoría de los congresos locales, es una buena noticia para los mexicanos, porque se trata de reivindicar que así como tenemos el derecho a vivir con dignidad tengamos también el derecho de morir con dignidad. Debo decir que esta reforma al art. 4 constitucional no establece propiamente el derecho a una muerte con digna, pero si abre la puerta en ese sentido.

Tendremos que esperar a que culmine el proceso legislativo y posteriormente se establezca en la Ley General de Salud las modalidades en las que habrá de desarrollarse.

La discusión más fuerte se dará seguramente en los estados que aún no cuentan con legislación en esta materia, como es el caso de Sinaloa. En el Congreso del Estado existe una Iniciativa de Ley de Voluntad Anticipada que presenté el 15 de enero de 2015 que establece justamente la obligación del Estado de proporcionar cuidados paliativos a los enfermos terminales ya sea dentro de alguna institución de salud o incluso, en su casa, y que permita a las personas decidir anticipadamente si desean o no ser sometidos a tratamientos médicos para prolongarles la vida cuando ya no hay nada que hacer.

No se trata de eutanasia ni de suicidio asistido, estas dos figuras están prohibidas en México. Es fundamental tenerlo claro para evitar que el tema se polarice y se distorsione la información. Una Ley de Voluntad Anticipada permite que toda persona mayor de edad, en pleno uso de sus facultades mentales, decida como quiere ser tratadas ante esas condiciones, acudiendo ante notario o en los hospitales, nombrando a un representante que se encargará de cuidar que se cumpla lo que fue su voluntad. No se trata, insisto, de cortar la vida del paciente bajo ninguna circunstancia, sino de que no se le prolongue la vida de manera artificial si así lo decide y se le de acompañamiento con medicamentos controlados que disminuyan su dolor, así como por parte de tanatólogos o psicólogos tanto al paciente como a su familia.

En todas las familias hay historias dramáticas y desgarradoras. Enfermos terminales o de accidentes graves que son mantenidos vivos a costa de mucho dolor y sufrimiento, no solo para el paciente sino también para su familia, pensemos en eso cuando el tema se discuta.

No se trata de obligar a nadie a nada, se trata de que cada quien decida en qué condiciones quiere vivir sus últimos días cuando ya no hay esperanza de vida.

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