Luis F. Molina, el constructor olvidado de Culiacán
Diseñó y construyó edificios icónicos de la capital sinaloense
Con la influencia del porfiriato y la idea de crear una ciudad bella y ordenada, entre los años de 1890 y 1911, el ingeniero y arquitecto, Luis F. Molina, desarrolló una serie de edificios y espacios públicos que a la fecha mantienen su esplendor en Culiacán.
Contratado por el entonces gobernador Mariano Martínez de Castro, en 1890, para construir el entonces Teatro Apolo, el hoy nombrado constructor de la ciudad le dio un giro a la capital sinaloense.
A decir de Gilberto López Alanís, director del Archivo Histórico del Estado de Sinaloa, el trabajo que realizó Luis F. Molina ha logrado trascender y convertirse en una parte importante de la historia de los culiacanenses.
“Inauguró una etapa importantísima de carácter ornamental y urbanístico de la ciudad, porque no sólo construyó el Teatro Apolo, también rediseñó una serie de edificios que todavía hoy son importante para la historia de Culiacán”.
Entre los proyectos que diseñó y realizó el mexiquense están el mercado Gustavo Garmendia, la plaza Antonio Rosales, el templo del Sagrado Corazón de Jesús o Santuario y el edifico central de la Universidad Autónoma de Sinaloa, así como el Palacio de Gobierno, hoy sede del Archivo Histórico. Además la cárcel pública, hoy Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC), el Palacio Municipal, el cual se ha convertido en el Museo de Artes de Sinaloa (Masin); y la escuela Benito Juárez, hoy convertida en la Escuela Libre de Derecho.
Asimismo, hizo algunas adecuaciones al interior del templo de Nuestra Señora del Rosario, “Catedral”, así como el bulevar 2 de Abril y el puente Cañedo. Estos últimos conocidos como el bulevar Francisco I. Madero y puente Miguel Hidalgo, respectivamente. A este desarrollo se suma el palacio municipal de El Fuerte.
“Tuvo una vida muy activa desde el punto de vista profesional y logró crear un prestigio y la ciudad le dio un estilo decimonónico-neoclásico. Con él Culiacán adquirió una constancia muy significativa y que la caracterizó como una de las ciudades más interesantes del noroeste de México; todavía hoy el mercado Garmendia es el más hermoso mercado de todo el noroeste de México, ninguna capital del noroeste tiene un mercado como este a pesar que está rodeado de negocios que no permiten observarlo”.
Durante su estancia en la capital sinaloense, Luis F. Molina además de desarrollar lo que actualmente conocemos como el Centro Histórico, contrajo matrimonio con Teresa de la Vega, hija de don Rómulo de la Vega e Isidora Amador. Asimismo, fue alcalde y regidor de Culiacán, y maestro del entonces Colegio Civil Rosales.
Su domicilio, aún se ubica sobre la calle Antonio Rosales. Su fachada luce deteriorada, sin techos y con algunas puertas metálicas, las cuales han sido instaladas para resguardar materiales de construcción.
Francisco Ríos Avendaño, delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia, expuso que el trabajo realizado por el constructor de la ciudad, además de ser una joya, es parte de la memoria colectiva de Culiacán. Además, que se logró un ordenamiento y establecer una nomenclatura sobre los edificios y viviendas ubicadas en la zona centro.
El funcionario federal lamentó que la pérdida de diversos edificios, sobre todo del Teatro Apolo.
En la actualidad, a 107 años de que este personaje salió de Culiacán por efectos de la Revolución, en la capital sinaloense sólo existe un busto en su honor en la plaza Antonio Rosales, mismo que durante años mostró un rostro equivocado.
Con información de Cristina Medina.