Los abucheos a los gobernadores son polvo de aquellos lodos
A la multitud la mueve el sentimiento, su conducta es netamente emocional, ajena a la razón, pero consciente o no, siempre expresa los intereses favorecidos o contrariados de sus componentes, afirma Gustave Le Bon. Esto viene a cuento por las reuniones públicas efectuadas en diversos estados con Gobiernos priístas y panistas en que desde el estrado el presidente Andrés Manuel López Obrador ha intervenido en defensa del principio de respeto a la autoridad y aplacando el griterío de la gente ante la presencia de los gobernadores.
“No creo que sea conveniente, es de mal gusto -dijo AMLO-. Hay que ser respetuosos de las autoridades y hacer a un lado el infantilismo político, la inmadurez, que, dicho sea de paso, tiene que ver con dirigentes, no con la gente. Entre la clase política del país aún hay mucho revanchismo, no se olvidan los agravios, pues no están convencidos de la reconciliación”.
Y si bien es cierto que los asistentes a estas asambleas populares son morenistas en su mayoría, esto no anula la autenticidad y validez del malestar manifestado. Es certera la frase de que es tonto el que cree que el pueblo es tonto, o que sea una masa deforme , una chusma desinformada y conformista. Todo lo contrario: sabe lo que le duele y reclama su derecho a participar en las decisiones que lo afectan.
Lo que pasa, con todo respeto sea dicho, es que algunos gobernadores, siguiendo los dictados de usos y costumbres arraigados en su ADN, con su estilo autoritario de gobernar que suele rayar en lo arbitrario, insensible y prepotente, han sembrado y fertilizado un descontento sordo y soterrado que la gente, cuando puede, saca a flote. Y se da el caso de que ahora, con la cuarta transformación, se puede.
No por ingeniosa ocurrencia a los gobernadores se les tilda de “virreyes”. Es que desde la alternancia del año 2000 en la Presidencia de la República, en los dos periodos panistas, y no tanto en el sexenio priísta, acumularon tanto poder por el manejo discrecional de los recursos presupuestarios provenientes de los excedentes petroleros, que se erigieron en una especie de caciques locales todopoderosos.
En cuanto a las acusaciones absurdas de que estas protestas son orquestadas por Morena, con manual de instrucciones y toda la cosa, con un nivel de aprobación que ronda el 80 por ciento, ¿en qué benefician al presidente estos brotes de desaprobación a los mandatarios locales? En absolutamente nada. Son ganas de estar jorobando.