Todos los que viajamos por tierra en Sinaloa conocemos perfecto el mal estado en el que se encuentran nuestras carreteras, llenas de baches peligrosos o, de plano, despedazadas, aumentando drásticamente el riesgo de accidentes que no solo cuestan dinero, sino lo más lamentable, que es la pérdida de vidas humanas de nuestros ciudadanos o de los turistas que nos visitan.
Cada año es la misma vieja historia, el presupuesto que se asigna a obras públicas en materia de nuestra red carretera supera los mil millones de pesos. Para 2020, por ejemplo, el Congreso autorizó 1?003?572?549 pesos; y cada año los automovilistas, camiones, transportistas, turistas y familias sinaloenses padecemos las molestias por las “reparaciones de reencarpetado y baches”, generando cuellos de botella, aumentando el tiempo de transporte, y, por ende, mayores costos para los ciudadanos, eso por decir lo menos; porque hay quienes han padecido esos baches con un accidente que les cuesta mucho dinero o incluso la muerte de amigos o familiares q. e. p. d.
Pero ¿por qué se repite cada año esta situación que ya nos tiene hartos? La respuesta es muy clara, por la corrupción de los “moches” al Gobierno del Estado y alcaldías en cada sexenio, una y otra vez cada año.
Hay dos materiales para desarrollar carreteras, el pavimento asfáltico y el concreto hidráulico, pero ¿qué diferencia existe entre el asfalto y el concreto? Básicamente que con el asfalto el Gobierno puede seguir robando cada año miles de millones de pesos, y con el concreto hidráulico ya no; esto, además de otros daños irreparables al medio ambiente.
El asfalto es un derivado del petróleo que tiende a sufrir desgaste, se volatiza, contaminando el medio ambiente, se vuelve chicloso por el calor y se deforma con el frenado de vehículos pesados y las lluvias.
Por el contrario, el concreto hidráulico desarrolla una superficie plana y resiste el tráfico pesado, ahorrando el consumo de gasolina y evitando daños y desgaste en los automóviles. El concreto gana resistencia con el tiempo, mientras que el asfalto la pierde; el hidráulico ha demostrado soportar hasta tres veces el peso para el que fue diseñado (por eso es exclusivo en pistas de aeropuertos), no se deforma con el frenado ni se daña por derramamientos de diésel y gasolina, el concreto se mantiene fresco, no le afecta el calor y, al no deformarse, su drenaje pluvial es eficiente, evitando vados llenos de agua que ocasionan accidentes fatales. De noche, el concreto es hasta tres veces más reflejante que el asfalto, aumentando la seguridad de los viajantes, y el concreto se puede diseñar tan antiderrapante como se necesite para aumentar el agarre en curvas y peraltes.
Anteriormente el concreto era mucho más caro que el asfalto, pero con el desarrollo de nuevas tecnologías con hormigón premezclado de alto rendimiento, el costo de construcción apenas si supera el 20 por ciento, pero si hacemos la corrida financiera de los gastos por reparaciones anuales en el asfalto, frente a los 25 o incluso hasta 30 años del concreto hidráulico libre de mantenimiento, resulta que el concreto es en definitiva más eficiente, más barato, más seguro y no contamina. Por algo países como EUA, Canadá, Japón y las carreteras en Europa han optado por el concreto hidráulico.
El problema es que con cinco sexenios sin darle mantenimiento a las carreteras, los gobernadores se quedarían sin sus “moches” anuales de las constructoras que reencarpetan y “bachean” una y otra vez cada año.
Se imaginan esos mil millones de pesos cada año en lugar de tirarlos por la corrupción del Gobierno, que pudiéramos destinarlos para mejorar las escuelas donde estudia nuestra niñez; o para que jamás en el Hospital Pediátrico le volvieran a decir a Jazmín y a Efrén que “no hay quimios” y otros medicamentos para atender el cáncer de leucemia de su hijo Omar, de solo 7 años, y puedo decirles que Omar es un guerrero. Pero ¿hasta cuándo van a estar los mismos de siempre en el Gobierno del Estado? Tú decides.