OPINIÓN

¿Dónde empezó la violencia en el futbol?

EN MARCHA

En Sinaloa, como en todo México, es una práctica común que acompañemos a nuestros hijos para verlos jugar su deporte favorito, ya sea beisbol, básquet o futbol, entre muchos otros deportes que nos gusta ver también con amigos y, de ser posible, qué mejor que en vivo visitando el estadio, el campo o la cancha donde juegan nuestros equipos. En la encuesta de diciembre de 2020 firmada por consulta Mitofsky sobre “el porcentaje de mexicanos que juegan o les gusta ver…” básquet, 33.9 por ciento; beisbol, 34.4 por ciento; box, 42 por ciento, y el futbol en primer lugar con el 55.3 por ciento. Desde el 2007, que se tiene registro de esta serie de tiempo, en la misma encuesta el futbol ha ocupado el primer lugar año tras año, incluso alcanzando niveles del 70 por ciento, como en 2014, año atípico, ya que era año del Mundial de Futbol de FIFA en Brasil. Queda claro que el deporte más visto y el que más se juega en México, el futbol es el campeón invicto.

Asimismo, a nivel mundial, el futbol es el deporte más practicado en promedio en todo el planeta; incluso su campeonato mundial es cada cuatro años, al igual que las Olimpiadas. Queda claro que en México, como en la mayoría del resto del mundo, el futbol es un embajador de ese país hacia el resto del mundo. Por eso es preocupante un brote de violencia entre “aficionados” en las gradas. Ese tipo de violencia refleja una pésima imagen, no solo de esas “barras de porristas”, sino de la falta de cultura, educación y del valor de la paz, respeto y tolerancia de toda una nación; y eso le genera un enorme costo al país, no solo a un club de futbol o a un estadio. El gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, ha insistido en que “no hubo muertos”, pero las imágenes en redes de cuerpos inertes y desnudos que continuaban golpeando salvajemente y las declaraciones de menores de 16 años de edad que estuvieron entre las “barras de porristas” que salieron lesionados declararon a la prensa que sí hubo muertos, lamentablemente.

Pero más allá de la responsabilidad de presidente del club de futbol, del gobernador, del alcalde y del secretario de Seguridad Pública, que no fueron capaces de garantizar la seguridad de miles de familias, mujeres y niños envueltos en medio de la psicosis del pánico por violencia tan brutal; debemos preguntarnos ¿dónde empezó la violencia?, ¿cómo llegamos a este desenlace trágico tan triste?, ¿neta es tan difícil darnos cuenta que el odio que se tienen entre estas “barras de porristas” va de la mano con la ignorancia y la falta de educación?, ¿qué nivel de estudios tendrán?, ¿durante su infancia habrán crecido en un ambiente familiar violento o en un entorno social peligroso?

Es fácil culpar a los políticos y, de hecho, efectivamente ellos son los responsables de garantizar la seguridad en el estadio y del sistema educativo en México; sin embargo, reconstruir la paz es algo tan bonito y tan importante que no podemos dejarlo solo en manos de los políticos. Y aquí es justo donde debemos preguntarnos: ¿y yo qué estoy haciendo en mi casa, con mis hijos, en mi familia? La primera piedra para construir la paz social se pone en familia, en nuestras casas.

Si el futbol es el deporte número uno, pues qué mejor que jugarlo, verlo y vivirlo en familia. Por eso es triste escuchar a cronistas de futbol expresar “hace tiempo que el futbol dejó de ser una convivencia familiar”. Pero aunque hoy ya no sea seguro acudir a un estadio de futbol en familia, creo que mañana no será así, creo que podemos recuperar la paz y la alegría en nuestros estadios, yo sí creo que podemos cambiar; pero para eso debemos trabajar primero en casa, en familia, educando a nuestros hijos con valores como el respeto, la tolerancia y enseñándoles a atesorar el valor de la paz. Si queremos recuperar la paz en nuestros estadios, en nuestras calles y colonias, entonces empecemos en casa. Y no dejemos de exigirle al gobierno que invierta más en educación, artes y deportes.

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