La doble e inexorable fatalidad geográfica e histórica de la vecindad de México con Estados Unidos ha trazado nuestro devenir como nación y moldeado nuestra economía, al grado de que cuando a ellos les da catarro (recesión) a nosotros nos da pulmonía (caída del PIB).
Basta un vistazo retrospectivo a nuestra historia. Nos arrebataron mediante una guerra alevosa más de la mitad del territorio; nos han invadido militarmente en tres ocasiones y nos han sometido a un vasallaje cultural tal que nuestra niñez sabe más del ratón Mickey y su amigo Tribilín que de nuestros padres Hidalgo y Morelos.
Con 3 mil 180 kilómetros de frontera, la importación del 70 por ciento de la gasolina y el 80 por ciento de los granos básicos, con 24 millones de connacionales que el 2018 enviaron 35 mil millones de dólares de remesas, es un verdadero portento de la historia que la gente mexicana aún reza a Jesucristo y aún habla el español, como dijera el poeta nicaragüense Rubén Darío.
Estas son verdades de a kilo que les dan escozor a los neoliberales conservadores, por eso no les gusta la historia y condenaron la consulta que, a mano alzada, hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador al pueblo de Poza Rica, Veracruz, que voto unánime que se mantenga la prudencia ante las amenazas del presidente Trump, habida cuenta de que no se le debe jalar la cola al tigre.
En efecto, el pueblo bueno y sabio ve con claridad que es una soberana tontería ponérsele al brinco a quien, con mandar cerrar la puerta y negarse a vendernos gasolina y granos e impedir el envío de las remesas, en dos semanas estaríamos peor que Venezuela.
La historia es la gran maestra. Como en la viña del señor: hay gringos rufianes y gringos decentes.
El primer embajador en los años iniciales del México independiente, Joel Poinset, fue un metiche intrigante. El embajador Henry Lane Wilson fue el incitador malora del asesinato de Madero. Sin embargo, la historia registra la noble acción de dos gringos buena onda y admirables: Abraham Lincoln y Josephus Daniels.
Lincoln era un diputado (representante) joven y desconocido cuando se discutió en el Congreso la intervención armada contra México y votó, casi solitario, en contra. Luego al conocer los términos del infame Tratado de Guadalupe Hidalgo que mutilo a nuestro país, se enteró a través de las actas de la existencia insólita de un delegado mexicano valiente y digno en su patética impotencia en las negociaciones. Lo buscó y sostuvo por años una correspondencia con él y, llegado el momento, lo invitó a su toma de posesión como presidente. Este hombre, era tío — bisabuelo de Alejandro Gómez Arias, el extraordinario orador y líder estudiantil de la lucha por la autonomía universitaria en 1929.
Daniels, embajador de EUA con el presidente Lázaro Cárdenas, en los tiempos que siguieron a la expropiación petrolera en 1938, aconsejó al presidente Franklin Delano Roosevelt que no ordenara la intervención de los marines en México que le proponía el Pentágono. “Descríbame a Cárdenas”, le pidió. Y Daniels le dijo: “Es como usted: un hombre que ama a su patria”.
Y para concluir, vaya otra anécdota de buena vecindad. George Bush padre dijo: “De qué se quejan los mexicanos. Si sigue la tendencia de crecimiento poblacional como va, para el año 2050 la primera minoría en Estados Unidos va a ser la mexicana y, con lo habilidosos que son los mexicanos, vamos a tener un presidente de nombre Ángel Pirez García”.
¡Recórcholis!