No hay lugar para indiferencia: El Canelo es odiado o amado
GUADALAJARA._ Para muchos fanáticos del boxeo siempre hay un «pero» con Saúl «Canelo» Álvarez. Siempre. No importa a quién le gane o en qué contexto lo haga. No importa si representa un logro para el boxeo mexicano o no. Algo que no pasaba, por ejemplo, con Juan Manuel Márquez, «El Terrible» Morales, y mucho menos con Julio César Chávez, por citar algunos nombres.
Las caídas «El Canelo» las sufrió de pequeño. El vender paletas del negocio familiar y su apariencia singular, principalmente su tez blanca y cabello rojizo, hicieron que su mundo en Juanacatlán fuera un pequeño ring. Las burlas, los señalamientos de otros niños eran la constante. Hasta que soltó los primeros golpes. Hasta entonces cesaron.
Su hermano, Rigoberto Álvarez fue su primer mentor. «El Español» notó que Saúl tenía muchas aptitudes para el boxeo, hacía cosas en el gimnasio de forma empírica, como si los golpes con técnica sólo estuvieran dormidos bajo sus guantes y era hora de despertarlos.
Luego pasó a manos del Chepo Reynoso, con quien sigue hasta la fecha. «Canelo» fue el único de los siete hermanos Álvarez que logró destacar en el box, como si el sueño de toda la familia estuviera encarnado en su figura.
La primera desavenencia con los fanáticos vino una vez que lo firmaron en Televisa. En el banquillo opuesto, en Tv Azteca, se encontraba Julio César Chávez Jr., hijo del máximo ídolo del boxeo mexicano. Las comparaciones, inevitables, llegaron en oleadas. El amor hacia «El César del Boxeo» hizo que muchos acogieran al Jr. esperando ver en él algo de las glorias de su padre. Pronto llegaría la decepción. Y mientras algunos veían en el «Canelo» un buen prospecto, su televisora lo llenaba de elogios desmedidos. Si hubieran podido, ellos mismos le ponían un cinturón de campeonato. Estaba claro que, ante el declive de grandes boxeadores mexicanos, se necesitaban nuevas figuras y las televisoras estaban creando las suyas. Cada una con su apuesta.