No están matando
El viernes pasado fuimos testigo de una de las marchas más importantes de este año en la Ciudad
de México. Cientos de mujeres pertenecientes a colectivos feministas salieron a pronunciarse en
contra de los feminicidios, las violaciones y los abusos cometidos en su contra.
“Yo si te creo”, “Ni una más”, “Vivas nos queremos”, “Nos están matando”, son algunas de las
consignas más sentidas que escuchamos. El reclamo es legítimo, justo, necesario, en un país donde
todos los días matan mujeres, las desaparecen, las violan o las agreden de diferentes maneras. De
acuerdo a cifras de la ONU, nueve mujeres son asesinadas en México diariamente y este año
ocupamos el primer lugar en feminicidios de un grupo de 24 países de la región. 7 de cada 10
mujeres han sufrido algún tipo de violencia. Alrededor de la mitad de los asesinatos son cometidos
por las parejas o exparejas sentimentales de la víctima. Es terrible que aún en estos días
escuchemos expresiones que pretenden responsabilizar a las mujeres sobre los ataques que
sufren a consecuencia del horario en que salen, de la ropa que usan, de su comportamiento social,
no, la violencia no justifica en ningún caso. La violencia no es normal. Tenemos el derecho a una
vida digna y libre de violencia.
Hay que recordar que esta crisis de violencia empezó en 2005 sin que nadie le prestara la atención
suficiente. Empezó en Cd. Juárez y poco a poco fue extendiéndose a todo el país, al amparo de la
impunidad y en muchos casos de la indolencia de las autoridades. Desde entonces se han ido
construyendo muchos instrumentos jurídicos y políticas públicas para detener esta violencia, pero
nada ha funcionado. En México existen 47 Centros de Justicia para las Mujeres, responsables de
dar atención multidisciplinaria incluyendo el servicio de albergues temporales, esto con
independencia del trabajo que realizan los institutos de las mujeres y otras dependencias
responsables de programas preventivos. La mayoría de los homicidios se concentran en 10 estados
de la República, pero ningún rincón del territorio nacional se salva de la violencia. La mitad del país
está en alerta de género.
M e parece que la marcha del pasado viernes tenía condiciones para despertar un gran
movimiento nacional de más largo alcance, sin embargo, los niveles de violencia y de agresiones
que se presentaron hicieron que se perdiera esa oportunidad. Todos los medios de comunicación
y la conversación pública se concentraron en el grafiti del Ángel de la Independencia y en la
agresión que sufrió un reportero, mientras que los feminicidios y las violaciones se convirtieron en
un tema secundario.
No es la primera vez que se vandalizan los espacios públicos. A veces en manifestaciones como
ésta, pero otras por el resultado de un partido de futbol. El tema, desde mi punto de vista, no es el
grafiti, es la violencia que nunca va resolverse con más violencia. El riesgo mayor es que ocurra lo
que pasó el viernes, que un mensaje tan poderoso, un grito masivo de alerta para detener la
violencia de género se convirtió en nota roja.