El presidente en las mañaneras lo que hace es desmontar falsedades
En su triple carácter de jefe de Estado, de Gobierno y de partido, Andrés Manuel López Obrador ha dicho y probado con hechos fehacientes que, más que el cargo, le importa el encargo. Por eso ha eliminado la arraigada parafernalia del poder: el boato palaciego de Los Pinos y sus 8 mil guardias presidenciales, el avión presidencial y la tupida flota de helicópteros y camionetas blindadas. Pero eso es lo de menos; lo medular, lo trascendente, lo histórico es el traslado de los ejes del poder al dominio propio del pueblo mexicano.
La noche del neoliberalismo quedó atrás. El poder como disfrute irresponsable o como botín en despoblado se acabó. Sigilosa y penosamente se va abriendo paso la justicia, sin prisa, pero sin pausa. Mientras tanto, al presidente le inventan un pérfido plan para reelegirse el 2024; que va a resucitar la cuenta secreta de la Presidencia; que ahora que habita en el Palacio Nacional va a acaparar, para su exclusivo solaz y esparcimiento los fastuosos salones; que dónde quedó la austeridad si mandó a su hijo menor Jesús Ernesto a un campamento en San Luis Potosí, donde también vacacionan los nietos de encumbrados empresarios.
Con singular comprensión y buen humor, riéndose, el presidente desmenuza las noticias insidiosas de aquellos que propalaron, cuando era jefe de Gobierno del Distrito Federal, que los segundos pisos se derrumbarían y que las pensiones a los adultos mayores quebrarían las finanzas capitalinas. Y que esta vez, con el sesgo de un atentado a la libertad de prensa, informan de la detención de un periodista y sus dos escoltas en el aeropuerto y base militar de Santa Lucía.
Omitiendo que en dos retenes dieron datos personales falsos y no presentaron el permiso, que es requisito indispensable para ingresar en cualquier instalación militar, aquí y en China.
El presidente Andrés Manuel López Obrador es notorio que se esfuerza por no exacerbar la polémica y expresa su respeto a la crítica de los medios y sus diagnósticos y pronósticos con frecuencia catastrofistas en dos temas estratégicos: la seguridad pública y la economía nacional.
Y hay quienes manifiestan una actitud proclive a la descalificación a priori. Por su parte, el presidente argumenta con datos estadísticos que la economía va bien y que el humor social es de optimismo. Esto es atribuible a las políticas públicas implementadas de beneficio social que son siempre cuidadosas del equilibrio fiscal y presupuestal, acordes con los intereses legítimos de los empresarios, cuyas inversiones, que alcanzan el 16 por ciento del PIB, son el motor, la causa eficiente del crecimiento económico.
Por lo tanto, el proyecto económico de la cuarta transformación se enfoca a lograr la sustentabilidad del desarrollo, que solo es posible mediante la armonía y cooperación de los factores de la producción económica y la cohesión social de todos los estratos que componen la comunidad mexicana dentro y fuera de nuestro territorio, en un conglomerado incluyente que concilie la lucha por superar la desigualdad social, con el funcionamiento de una estructura eficiente de producción de bienes y servicios, idónea para crear y adaptar la tecnología del conocimiento y capaz de incrementar el mercado interno, contando con la participación decidida de una clase empresarial progresista, es decir, con sensibilidad y dimensión social.