Entender los errores ajenos para no cometerlos
La clase política mexicana, comenzando por el titular de la investidura presidencial, no entienden, pero lo más grave del asunto, dijo The Economist, es que no entienden que no entienden, recalcó categórico el influyente semanario británico en un diagnóstico demoledor del Gobierno de Enrique Peña Nieto. Esto sucedió a la mitad del sexenio pasado, cuando ya había indicadores estadísticos que hacían vislumbrar la debacle de las mal llamadas reformas estructurales, comenzando con la energética. Menos mal que hoy, para fortuna histórica del pueblo mexicano, el presidente Andrés Manuel López Obrador, en sus primeros cuatro meses y medio de ejercer el Poder Ejecutivo, a juzgar por el arranque de sus políticas públicas, demuestra un conocimiento y dominio profundo de la situación del país; tiene la mirada fija en el México posible y sabe qué hacer para lograr el crecimiento económico aunado a la distribución social.
Tal parece que el presidente Andrés Manuel López Obrador leyó la serie de artículos de la revista Nexos rotulada como “Qué (no) hacer. Lecciones de los Gobiernos de izquierda latinoamericanos”.
Ya no confronta verbalmente a los líderes empresariales , como les pasó a Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, que tenían pleito casado con el sector agropecuario de la Pampa. Y cada vez entra menos en polémica con la “prensa fifí”, que tanto le costó en imagen de autoritario al presidente Rafael Correa, que chocó de frente contra los principales diarios ecuatorianos.
No tienen desperdicio los siguientes párrafos de Nexos: “México, con su crisis de seguridad pública determinada por la irrupción del narcotráfico, demanda una política que enfrente a la corrupción que el crimen organizado requiere para poder funcionar del modo en que lo hace.
”Además, los años recientes vividos por los mexicanos, signados por el cinismo gubernamental, exigen para adelante conductas transparentes de quienes son mandatarios de la voluntad popular. Un discurso claro y la erradicación de relatos que encubren lo nocivo de la política en una de las tareas a afrontar para hacer honor a aquel compromiso político”.
Son aleccionadores los consejos de buena fe, pero cada pueblo, cada nación, tiene sus propias condiciones producto de su historia que determinan el camino a seguir para resolver sus problemas únicos e irrepetibles. Por ejemplo, es difícil explicar cómo Venezuela, con la primera reserva petrolera del mundo, en 14 años de chavismo bolivariano no supo crear un sistema productivo capaz de permitirle la autosuficiencia alimentaria, “sembrando” las fabulosas divisas del petróleo en las inmensas llanuras del Orinoco.
Otro caso desconcertante es Brasil, donde el Partido de los Trabajadores no combatió la corrupción galopante en Petrobras y, a pesar de que sacó de la pobreza a 30 millones en los ocho años del Gobierno de Lula, perdió estrepitosamente las elecciones ante Bolsonaro, un ultraderechista, protofascista.
Pero centremos la atención en lo nuestro, lo que nos incumbe a los mexicanos. Con Trump y su obsesivo compulsivo muro, es notable y sumamente meritorio que nuestro presidente haya soslayado el tema conflictivo y evitado gestos gratuitos y contraproducentes impregnados de dignidad soberana, toda vez que como dijera Pierre Trudeau, exprimer ministro de Canadá (padre del actual): Tener frontera y coexistir con Estados Unidos es como dormir al lado de un elefante que en cualquier momento nos puede aplastar.
¡Recáspita!